Orgullo y prejuicio by Jane Austen

Orgullo y prejuicio by Jane Austen

autor:Jane Austen [Austen, Jane]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1813-01-01T05:00:00+00:00


CAPÍTULO XXXV

Elizabeth se despertó a la mañana siguiente con los mismos pensamientos y cavilaciones con que se había dormido. No lograba reponerse de la sorpresa de lo acaecido; le era imposible pensar en otra cosa. Incapaz de hacer nada, en cuanto desayunó decidió salir a tomar el aire y a hacer ejercicio. Se encaminaba directamente hacia su paseo favorito, cuando recordó que Darcy iba alguna vez por allí; se detuvo y en lugar de entrar en la finca tomó otra vereda en dirección contraria a la calle donde estaba la barrera de portazgo, y que estaba aún limitada por la empalizada de Rosings, y pronto pasó por delante de una de las portillas que daba acceso a la finca.

Después de pasear dos o tres veces a lo largo de aquella parte del camino, le entró la tentación, en vista de lo deliciosa que estaba la mañana, de pararse en las portillas y contemplar la finca. Las cinco semanas que llevaba en Kent había transformado mucho la campiña, y cada día verdeaban más los árboles tempranos. Se disponía a continuar su paseo, cuando vislumbró a un caballero en la alameda que bordeaba la finca; el caballero caminaba en dirección a ella, y Elizabeth, temiendo que fuese Darcy, retrocedió al instante. Pero la persona, que se adelantaba, estaba ya lo suficientemente cerca para verla; siguió andando de prisa y pronunció su nombre. Ella se había vuelto, pero al oír aquella voz en la que reconoció a Darcy, continuó en dirección a la puerta. El caballero la alcanzó y, mostrándole una carta que ella tomó instintivamente, le dijo con una mirada altiva:

—He estado paseando por la alameda durante un rato esperando encontrarla. ¿Me concederá el honor de leer esta carta?

Y entonces, con una ligera inclinación, se encaminó de nuevo hacia los plantíos y pronto se perdió de vista.

Sin esperar ningún agrado, pero con gran curiosidad, Elizabeth abrió la carta, y su asombro fue en aumento al ver que el sobre contenía dos pliegos completamente escritos con una letra muy apretada. Incluso el sobre estaba escrito. Prosiguiendo su paseo por el camino, la empezó a leer. Estaba fechada en Rosings a las ocho de la mañana y decía lo siguiente:



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